martes, 27 de agosto de 2013

La llevaría a Madrid.

En un título de entrada quedan resumidas mis humildes intenciones; llevar a mi Musa a Madrid. Caminar junto a ella, agarradas de la mano, como amantes que no se esconden, como palomas blancas, que no de esas tan habituales, volando por fin. Me gustaría buscar con ella un bar de estilo de los 70, o los 80, con aspecto a antiguo, donde tomarnos un café por la mañana compartiendo versos después de una noche agitada.

Podríamos aprovechar el fresco matutino de las calles de Madrid para, ociosas ese día, visitar el Rastro y buscar, después, alguna exposición de pintura o fotografía donde deleitarnos con Arte... Para, a continuación, sentarnos en el casi siempre lleno Retiro, sobre el césped y con vistas al lago, a deleitarnos con nuestros labios y, quizás, unos de esos bocadillos de jamón serrano que siempre se te antojan pequeños.

No podría evitar escribirle –un poquito– sobre la piel. Y hacer inmortal ese instante con mi cámara, aunque a ella no le guste que la fotografíen. ¿La tarde? La tarde se pasaría incluso demasiado rápido, perdiéndonos por las calles de mi amada ciudad, para después acabar en algún apartamento alejado, o tal vez céntrico, llenando nuestras pieles de besos y mordiscos.

Al fin y al cabo, sólo es tiempo el que hay que esperar.

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