miércoles, 28 de agosto de 2013

"–Estoy triste..."

– Estoy triste. – Susurró ella.
¿Por qué? – Le respondieron las voces en su cabeza.
– No lo sé. Pero mírala. – Contestó, señalando a la chica del espejo, la de las ojeras casi violáceas y la sonrisa fingida. 
Lo único que le pasa a esa chica es que la prometieron mucho y cumplieron poco. Nada que no se arregle con un beso, o un verso. – Respondió una de esas voces, sabia.



Todo se solucionaba con un par de lágrimas derramadas silenciosamente, de esas lágrimas que eran incluso hermosas en su silenciosa forma de deslizarse por las curtidas mejillas de ella. Después volvía a sonreír, ¡Y qué sonrisa! Decían que había levantado ciudades con ese sencillo y fácil gesto.

Posiblemente fuese una de las ruinas más bonitas del mundo. Hasta Roma se quitaba el sombrero ante ella, así era. La dulzura de una de sus miradas no podía compararse con ninguno de los dulces que pudiesen hacer ni en las más elaboradas fábricas de repostería. 

Era, en su forma más bella, un pequeño Caos.

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