viernes, 16 de agosto de 2013

Escritor se es a tiempo completo.

Podéis llamarme anticuada, pero sigo creyendo en que las poesías más bonitas fueron escritas en servilletas de un bar oculto en los suburbios de la ciudad o con el bolígrafo nunca conformista con lo que escribía, en una servilleta de un restaurante caro – posiblemente, en una de esas mesas ocultas entre sombras que nadie escoge, puesto que muchos prefieren el morbo de ser observados y otros tantos prefieren la luminosidad a esa leve penumbra... –.

Y ahí me veis a mi, a mi y a mis ojeras de las noches en vela, sonriendo mientras observo a la gente de mi alrededor, buscando a alguien en particular, a ese alguien a quien no puedes dejar escapar puesto que está esperando a que un escritor (o escritora, en mi caso) le haga inmortal.

La encontré, a la persona adecuada, me refiero. No era nadie del otro mundo, de hecho, se camuflaba perfectamente entre los demás; era una chica hermosa de forma sencilla, con su cabello cual cascada de agua cayendo sobre sus hombros, de ese color rubio oscuro que es imposible que me disguste, a pesar de no soportar el rubio, en general.

¿Qué podía hacer yo? El plato con el postre frente a mi y yo escribiendo, absorta, en una blanca servilleta de papel con mi característico bolígrafo Bic. Y es que escritor no se es cuando se quiere, escritor se es a tiempo completo.

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