lunes, 26 de agosto de 2013

Ese cuaderno.

Es ese cuaderno. No vale uno cualquiera porque no todos son iguales. Los Artistas lo entenderán, ¡No es lo mismo! Tiene que haber uno que te llame. A mi hubo uno que me llamaba a gritos, ese cuaderno de tonalidades marrones cuya portada era la obra cumbre de Leonardo Da Vinci, el nombre del cual también estaba plasmado en letras grandes y cursivas en la tapa.

Era (y es) uno de esos cuadernos que nada más abrirlo sabes que tiene que ser para ti. Nada más rozarlo. Porque a mi me gritaba ‘escríbeme, escríbeme’ y yo no pude decir que no. Lo llené de viejos escritos, pero se acabó, y durante un tiempo escribí en folios en blanco.

Tal vez sólo era un periodo de transición, como quien se toma un tiempo entre una pareja y otra relación nueva y distinta. No puedo evitarlo. Voy a manchar esas páginas de mi sangre y sé que no puedo ir a la papelería y pedir el mismo cuaderno que pediría si fuese a hacer ejercicios de matemáticas en él.

Porque seamos sinceros, los ejercicios de matemáticas, por mucho que disfrutes haciéndolos, si no son tu vocación, no te llaman como me llaman a mi los versos tristes, mi poesía muerta y mi prosa joven. Y es que todavía me queda tanto por mejorar, tanto por avanzar, ¡Tanto por vivir! Que no buscar ese cuaderno ya, para dar un buen empujón a mi pluma, que hace mucho que no roza el papel de una libreta, parece casi un delito.


Estoy dispuesta a buscarla, y es posible que Madrid sea un buen lugar para empezar, ¿No crees?

2 comentarios:

  1. Supongo que cada escritor tiene un cuaderno único, que es solo suyo, y de nadie más. Donde el bolígrafo escribe solo, y la mano se deja llevar.

    Donde nacen las palabras más sinceras.

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