Es ese cuaderno. No vale uno cualquiera porque no todos son
iguales. Los Artistas lo entenderán, ¡No es lo mismo! Tiene que haber uno que
te llame. A mi hubo uno que me llamaba a gritos, ese cuaderno de tonalidades
marrones cuya portada era la obra cumbre de Leonardo Da Vinci, el nombre del
cual también estaba plasmado en letras grandes y cursivas en la tapa.
Era (y es) uno de esos cuadernos que nada más abrirlo sabes
que tiene que ser para ti. Nada más rozarlo. Porque a mi me gritaba ‘escríbeme,
escríbeme’ y yo no pude decir que no. Lo llené de viejos escritos, pero se
acabó, y durante un tiempo escribí en folios en blanco.
Tal vez sólo era un periodo de transición, como quien se
toma un tiempo entre una pareja y otra relación nueva y distinta. No puedo
evitarlo. Voy a manchar esas páginas de mi sangre y sé que no puedo ir a la
papelería y pedir el mismo cuaderno que pediría si fuese a hacer ejercicios de
matemáticas en él.
Porque seamos sinceros, los ejercicios de matemáticas, por
mucho que disfrutes haciéndolos, si no son tu vocación, no te llaman como me
llaman a mi los versos tristes, mi poesía muerta y mi prosa joven. Y es que todavía
me queda tanto por mejorar, tanto por avanzar, ¡Tanto por vivir! Que no buscar
ese cuaderno ya, para dar un buen empujón a mi pluma, que hace mucho que no
roza el papel de una libreta, parece casi un delito.
Estoy dispuesta a buscarla, y es posible que Madrid sea un
buen lugar para empezar, ¿No crees?
Supongo que cada escritor tiene un cuaderno único, que es solo suyo, y de nadie más. Donde el bolígrafo escribe solo, y la mano se deja llevar.
ResponderEliminarDonde nacen las palabras más sinceras.
Ese cuaderno. Exacto.
EliminarNo habría podido decirlo mejor.