domingo, 29 de diciembre de 2013

Prólogo a las ensoñaciones

¿Me puedes explicar
cómo has hecho
para que con sólo oír tu voz
crea que
es
el cielo
el por mis dedos tocado techo?
El techo blanco
parece estrellado,
y entre las alas de mis manos
tu boca me ha disparado.
Has vuelto,
y he vuelto contigo,
y contigo me quiero ir,
¿Quieres fugarte conmigo?


domingo, 15 de diciembre de 2013



Vuelvo al juego

Esto fue escrito el día cinco de este mes. No corregiré repeticiones de palabras, pues aunque creo que requiere de revisión, ese momento de escasa perfección tenía más de Imperfección (personificada) que muchos instantes de mi vida.

Esta odiosa sensación de vacío. Antes sentía Tristeza. Ahora ni eso. Estoy estancada. La Felicidad parecía haber vuelto. Ahora es como el parpadeo incesante de una bombilla que se divierte entre la Luz y la oscuridad. Tomo decisiones que pueden marcar mis próximos meses; lo vuelvo a arriesgar todo; subo la apuesta; me juego la Vida a cualquier cara de esa rodante moneda. Parece que busco nuevamente el abismo; ¿Lo prefería a la estable sensación de estar a salvo?

Las lágrimas están dispuestas a no brotar. ¿Y si he olvidado cómo querer? Lo dudo. Pero he decidido aceptarme, curarme de las heridas que él dejó en mi. Cuando salgo ahí fuera veo sombras. Veo maldad. Y chillo. ¿Dónde quedó la hermosura del mundo?¿Dónde quedaron las sonrisas que no escondían maldad bajo la comisura?

Igual sólo necesito llorar. Gritar. Escapar. Y volver a mi onírica estabilidad emocional. 
Sigo pensando que podrán ser todo mentiras, pero yo seguiré creyendo en la cuasisinonimia de Amor y Dolor. 

No sé si quiero romperme o levantarme.


Estoy triste. Y quiero llorar. Para dejar de estarlo. Porque yo prometí ser feliz. O estarlo. Estarlo. Me repito. Lo escribo. Tengo que centrarme. Tengo que. Necesito.
Unas vacaciones estarían bien.

Pero, cómo no, tú sólo verás que mi texto está vacío.
Como yo.




Nótese la ironía de mi última línea.

lunes, 9 de diciembre de 2013



Bailando, a la sombra de un león

Vosotros no me habéis visto bailar en la cocina, conteniendo las lágrimas, bailar su canción preferida. 

Pronunciar todas las sílabas de la canción, con el deseo de llorar agolpándoseme en el corazón. 
Agradecía estar sola mientras la historia de un enamorado de la Cibeles sonaba en mi portátil, donde yo, supuestamente, estaba haciendo un trabajo a entregar mañana. En ese momento, en esos minutos de música, nada me importaba. Ahora tampoco me importa, mientras lo escribo, con las heridas reabiertas, pero unas más profundas que las que deja el Amor. Y no sé cuán difícil puede resultar eso.

No sé si alguien me escucha cuando grito en silencio, tampoco cómo de difícil resulta entender cómo me siento. 

Me da igual.
Ahora mismo
todo
TODO
me da igual.

Sólo le pido al mundo algo que no va a regalarme. Tráeme a mi ángel de vuelta, mundo, devuélvemelo. 
Joder.

Y otra canción. El hombre sentado al piano. Y yo deseando estar en su lugar, en un sitio con olor a alcohol barato y emociones rotas. Sólo para no estar aquí. Para no estar en ninguna parte. A veces, me gustaría desaparecer. Que nada pesase sobre mis hombros... Aunque realmente, pocos creen que nada pese sobre mi. Yo sí lo noto. Todas las mañanas, al despertar.

Y esbozar una sonrisa.
Porque te lo prometí, mi ángel.

(Lágrimas. Respiro hondo. Sigo escribiendo.)

Ojalá las cosas hubiesen sido diferentes. Creo que no puedo cambiar nada, no me arrepiento de nada. No me arrepiento de ser quién soy. No me arrepiento de estar usando "arrepentirse" tantas veces en una misma frase.  Pero ojalá.

Mi ángel.
Si me lees, que sepas (a pesar del Caos desatado en este escrito) que sigo en ello. Que mi camino se desdibuja (igual esto te recuerda a otra vez que te escribí, hace medio año) pero continúo trabajando en esa Felicidad que te prometí mantener.

Te quiere,
tu niña.


lunes, 2 de diciembre de 2013



Sobre chicas de Tinta

En quién te fuiste a fijar. En la chica que se pasaría bolígrafo en mano 24/7 y que se sonroja al ver que la observas. La chica que duerme con sus demonios entre las sábanas por Miedo a que se pierdan, o igual porque así los monstruos que duermen bajo la cama no se atreven a salir. La que escribe las palabras importantes con mayúscula cuando habla de sentimientos (y yo, que sigo escribiendo ‘Luz’ con ‘L’ y oscuridad con ‘o’...).  Diste con la chica con una historia a cuestas que a veces parece querer tumbarla y hacerla pedazos. Y no, no hablo de mi. Hablo de muchas muchachas de ojos tristes que escriben sin tener a alguien que las escriba. Multitud de las que llevan ojeras y no las maquillan, de las que maquillan el Dolor que portan en las venas.



Sólo espero estar dándoles voz de la forma adecuada.



Pero es que es desgarrador oírlas (oírme) en su silenciosa forma de discurrir por lugares públicos como si nadie las viese mientras ellas ven a todo el mundo. Ellas, nosotras, las que nos sentamos a leer, o a escribir, en un banco en el rincón más frío de la ciudad.



Ya me estoy liando otra vez.



Con alguna te habrás cruzado alguna vez. Lleva Melancolía tatuado en el iris de ambos ojos. Igual habla mucho, habla poco, sonríe todo el rato o jamás la has visto sonreír. Pero eso no importa, porque lo peor lo lleva dentro, lo más terrible, lo realmente devastador está de rostro hacia dentro y más precisamente en la guerra corazón-mente que suele librar.



Pero, por favor, no olvides una cosa.
Te fuiste a fijar en la única chica que, al ver esa sonrisa poco sincera en tus labios, decidió que quería hacerte feliz. La única que realmente se dejaría la piel, los versos y toda la tinta de los diez bolígrafos de su estuche en ello.



No le rompas el corazón (más).
Por favor.


 

Plantilla hecha por Living a Book.