lunes, 9 de diciembre de 2013

Bailando, a la sombra de un león

Vosotros no me habéis visto bailar en la cocina, conteniendo las lágrimas, bailar su canción preferida. 

Pronunciar todas las sílabas de la canción, con el deseo de llorar agolpándoseme en el corazón. 
Agradecía estar sola mientras la historia de un enamorado de la Cibeles sonaba en mi portátil, donde yo, supuestamente, estaba haciendo un trabajo a entregar mañana. En ese momento, en esos minutos de música, nada me importaba. Ahora tampoco me importa, mientras lo escribo, con las heridas reabiertas, pero unas más profundas que las que deja el Amor. Y no sé cuán difícil puede resultar eso.

No sé si alguien me escucha cuando grito en silencio, tampoco cómo de difícil resulta entender cómo me siento. 

Me da igual.
Ahora mismo
todo
TODO
me da igual.

Sólo le pido al mundo algo que no va a regalarme. Tráeme a mi ángel de vuelta, mundo, devuélvemelo. 
Joder.

Y otra canción. El hombre sentado al piano. Y yo deseando estar en su lugar, en un sitio con olor a alcohol barato y emociones rotas. Sólo para no estar aquí. Para no estar en ninguna parte. A veces, me gustaría desaparecer. Que nada pesase sobre mis hombros... Aunque realmente, pocos creen que nada pese sobre mi. Yo sí lo noto. Todas las mañanas, al despertar.

Y esbozar una sonrisa.
Porque te lo prometí, mi ángel.

(Lágrimas. Respiro hondo. Sigo escribiendo.)

Ojalá las cosas hubiesen sido diferentes. Creo que no puedo cambiar nada, no me arrepiento de nada. No me arrepiento de ser quién soy. No me arrepiento de estar usando "arrepentirse" tantas veces en una misma frase.  Pero ojalá.

Mi ángel.
Si me lees, que sepas (a pesar del Caos desatado en este escrito) que sigo en ello. Que mi camino se desdibuja (igual esto te recuerda a otra vez que te escribí, hace medio año) pero continúo trabajando en esa Felicidad que te prometí mantener.

Te quiere,
tu niña.


0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Plantilla hecha por Living a Book.