domingo, 4 de agosto de 2013

Ella dormía desnuda.

Ella dormía desnuda, entre sábanas blancas, entre versos tristes, por si decidías volver. Con sus demonios bailando a los pies de la cama, con el Miedo acechándola desde el umbral de la puerta de su habitación, la cual se mantenía abierta, siempre. La Luz del rellano exterior parecía mantenerle lejos, mientras ella dormía. 

Quien la hubiese visto dormir sabía que su sueño, al principio, era tranquilo, cuando se sentía segura, protegida. Cuando había alguien que le brindaba esa seguridad. Pero más adelante, se volvía un dormir agitado, entremezclado con palabras musitadas en sueños y movimientos bruscos.

Así dormía ella. Pero dormía, cómo no, sola. ¡Ojalá pudiese hacerle alguien compañía! Sin embargo, eran sus peluches los que la vigilaban de cerca por las noches, inmóviles, sin poder ayudarla, sin poder hacer más que estar ahí. Ese gran perro negro al que ella se abrazaba, cual niña pequeña, imaginando que era su cuerpo. 

¿Cuántas veces había pedido que alguien la acompañase en su sueño?¿Que alguien la abrazase, la protegiese, la durmiese? Tantas noches con los cascos de música puestos, desnuda, mirando al techo, dejando que las palabras más tristes brotasen desde un ritmo de rap hasta su corazón, sin poner resistencia al dolor.

Quizá esté esperando, a algo, a alguien, quién sabe.
Pero ella dormía desnuda, esperándote.

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