sábado, 12 de octubre de 2013

Sobre perros con y sin collar

Estas cuatro paredes me cobijan y me apresan. Son como el collar en el cuello del perro; le hacen protegido de un dueño y a la vez le hacen de un dueño. Por eso cada una de las cosas que hago me liberan un poco las alas y me aprietan un poco más la soga al cuello. Debe de ser por tanto cuerdo suelto en este mundo que podría ser enteramente de locos, de soñadores, de Grandes. Y no, se quedó en los mediocres Pequeños, los atados, los perros con collar. 

¿Y qué hace este mundo con los corceles salvajes, con las mentes que se pasan el día en las nubes, con los chuchos callejeros, que saben más de amor y fidelidad? Los tira, los aleja, los desprecia. No ser como los demás es considerado no valer.

Ahora mismo ese pensamiento me horroriza. Me escondo bajo la manta como una niña pequeña mientras me rodean las luces. Las luces, mis luces, mi luz. Ojalá no me hubieses apagado al irte. Ojalá no te hubieses ido, pero ya que te has ido, y no vas a volver, ¿Podrías mandarme mi Luz por correo urgente para volver a colocarla en el fondo de mi mirada?

Gracias.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Plantilla hecha por Living a Book.