Nunca pensé que te irías, que serías como las golondrinas de
Bécquer o las rosas de la vecina, que se marchitan en menos de dos meses. No lo
pensé porque no quería creerlo, aunque sabía, en el fondo de mi desordenada
Alma que lo harías.
Digamos que es hora de volar de nuevo; de buscar otro lobo
que aúlle a mi lado por las noches. De dejar que me escribas estando yo
ausente.
Por cierto, ¿Me escribirás?
Hasta nunca, mi amor.
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