martes, 15 de octubre de 2013

Esos ojos verdes

Dejé la pluma en el desgastado tintero de bronce para revisar mi carta, escrita con meticulosa letra en tinta azul. El tintero en cuestión tenía grabados en alguna lengua extraña que yo no conocía. Fruncí el ceño con levedad. Al final de la carta me estaba mordiendo con fuerza el labio inferior; contenía las ganas de llorar. La angustia iba serpenteando por mi cuerpo, subiendo hasta desbordar el mar que llevaba meses acumulando en mi interior.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla y cayó sobre el 'Adiós' que finalizaba la carta. Lo emborronó. Me levanté rápidamente, como si ese gesto me hubiese provocado una descarga eléctrica. El camisón que llevaba ondeó suavemente con ese gesto, arremolinándose alrededor de mis finas piernas. 

Tuve que volver a sentarme, exhausta ante aquello; mi tez había empalidecido desde que todo había ocurrido; mis rizos estaban lacios y ahora mi cabello sólo estaba suavemente ondulado, aunque más claro. En determinado momento, tras llevar unos instantes mirando a la nada, alguien carraspeó a mi lado. Alcé la mirada.

Y me encontré con esos ojos;
con esos ojos verdes.

Creo que morí en ese instante una vez más. No pude articular palabra. No pude moverme. Simplemente le observé hasta que se fue, llevándose consigo aquella carta.

No debió de volver hasta el día en que morí de verdad.

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