martes, 1 de octubre de 2013

Sobre escritoras y Dolor

Ella le miraba mientras él apartaba la mirada. Era una curiosa escena, la fuerza en los ojos de ella y la indiferencia en los de él. Él parecía no sentir mientras ella lo sentía todo, lo percibía todo. Ella tan sensible y él tan insensible. ¿Cómo habían podido estar enamorados?

Ella apretó los labios y bajó la mirada, clavándola en los pies de él, y justo cuando hicieron un amago de dar un paso atrás, justo en el momento en que él quería irse, para siempre, ella le agarró con la energía con la que estaba callando. Cuando volvió a alzar los ojos él la miraba, ahora sí. Se debió de asustar de lo que vio tras sus ojos oscuros aunque no dijese nada.

La rabia, la impotencia y la Tristeza se agolparon en sus orbes marrones y saboreó todas y cada una de las poéticas palabras que llevaba guardadas dentro al dejarlas deslizarse por sus labios una única vez. Una mano sobre el corazón de él para oír cómo latía, y un puño invisible apretando el suyo propio, como queriendo ahogarlo.

Le declaró su amor eterno y le soltó. Dándose la vuelta, ella se fue. 
Ahora ya tenía a quién escribir su Dolor.

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