jueves, 24 de octubre de 2013

No estás

Que tus costados sean mi piano; mis dedos, inexpertos bailarines sobre un suelo de tablado. No quiero decirte mentiras que broten como flores de los más bellos colores de mi boca ni callarme las cosas ciertas que atenacen a mi corazón entre espinas. Quiero bailar y ser bailada, escribir y ser escrita con palabras no entintadas.

El reloj de arena sigue arrojando Tiempo hacia el suelo, dejándolo caer, agotándolo. Mis dedos siguen aferrados a ese frívolo bolígrafo que tantas veces me ha salvado la vida. Y el tren sigue pasando. Se parará para que suba, pero mis ojos sólo pueden verte a ti mientras no estás.

Eso es lo doloroso.
Que te veo.
Y no estás.

El gigantesco dragón metálico se detiene, con la prisa de quien nunca llegará a donde debe ir. Trago saliva, trago tinta y me trago las ganas de llorar(te). Unos pasos para ser una viajera más en él. Vallas de metal mantienen mi corazón en su sitio, en su tamaño. Que no crezca y que no se enamore, importante.

Me siento como si tuviese el reloj en el corazón; como si fuese a derramarse la última brisa de arena. El paisaje pasa con la misma prisa con la que lo cruzo yo con los pies de otro. En algún momento me apeo, y Miedo e Inseguridad caminan a mi lado.

Sólo busco unos ojos. Unos brazos. Un refugio.

Pero no estás.
Como siempre,
como nunca.
No estás.

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