"Ellos...Ellos son mis miedos"

Ellos son mis miedos. No los ves nada más entrar, son como esa habitación de puerta cerrada que, cuando eres invitado, no te atreves a abrir; esa que abres cuando ya vives en la casa, y tras algunos días, buscando algo, entreabres, bajas ese picaporte, te adentras. No tengas miedo, no hacen daño, a ti no te hieren. Es a mi a quien quieren, me vienen a buscar por las noches, a la cama, o aunque esté levantada, pero no siempre les temo. A veces simplemente están ahí, sé que están, y escribo sobre ellos. Son musas oscuras, las tengo más bellas y más elevadas que ellos, pero mis miedos no me han fallado nunca. Pase lo que pase… Pase lo que pase, siempre están ahí.

¿A qué vienen tantos miedos? Puede preguntar quien entre en esa sala. Es difícil explicarlo, todos tienen nombre y apellido, razón de estar ahí y fecha de caducidad, aunque todavía, a la mayoría, no se la he visto, o la he visto bastante lejana… Algunos son bajitos, pequeños, como niños. Tienen ojos saltones, son divertidos de día y unos canallas de noche. Pero otros son miedos adultos, unos más que otros, claro, y, la verdad, imponen bastante.

Tal vez podría llevarme bien con ellos, de hecho, no se está tan mal con su compañía, pero a veces resulta terrorífica. Creo que podrás entenderme si te dejo pasar un tiempo con el miedo Soledad, Abandono o Ruina. A veces sueño que puedo romperlos, hacerlos desaparecer - es decir, ponerles amablemente las maletas en la cama y mandarlos a la calle - aunque sepa que no es posible. Luego siempre vuelven, qué le voy a hacer… 

Algún día se habrán ido todos, casi seguro. Bueno, no todos, está bien, pero algunos. Al menos los más rebeldes e infantiles…Al menos esos.