Y
decían que no podía tener un mundo propio.
Podría
estar toda una vida escribiendo palabras sin sentido, podría dedicar mi
respiración a componer canciones, podría hacer que mis dedos tecleasen al
compás de la música de mi alma. Pero estoy aquí, esperando a que algo nuevo
ocurra, esperando a algo que nunca llegará. ¿ A qué esperas? Me está
preguntando la vida. Y yo le respondo que espero a la felicidad. Pero la
felicidad no se encuentra parado, hay que buscarla. Es escurridiza,
transparente y dulce, es bella y triste a la vez, porque para conocerla tienes
que haber conocido a la tristeza.
¿Tristeza? Nos acompaña a todas partes. Al
fondo de cada mirada existe la tristeza, en los ojos de cada niño, joven o
adulto. En nuestras vidas, constantemente, ahí, acechando para ver si puede
conseguir arrancarnos algo que queremos. Pero tenemos que ser fuertes. Seguir
adelante, aunque eso implique hacer daño a veces, aunque implique ser lo que
queremos por encima de los demás. ¿Egoísmo? Tal vez. Pero hay momentos en la
vida en los que estamos hechos para ser egoístas… Ser egoísta no es ser malo,
ni mucho menos. Es pensar en tus sueños y no en los sueños de los que te
rodean, que ya han tenido ese tiempo de realizarlos.
Es levantarte cada mañana,
mirarte al espejo y decirte que tienes que ser tú mismo sin importarte los
demás. Sí, suena fácil. Todo en esta vida ‘suena’ fácil. Pero nada lo es,
porque siempre habrá algo que nos hará retroceder, tropezar, caer. Y entonces,
sumidos en la oscuridad, nos preguntaremos qué hacemos realmente en este mundo.
Cuál es nuestra misión. ‘Quién eres y a dónde vas’. Y en esos momentos no sé a
dónde voy, ni quien soy. En estos momentos no lo sé. En aquellos tampoco. Sólo
veo oscuridad, y al fondo, mis sueños, iluminando un camino que dista mucho de
ser un camino de rosas.
Sí, has entendido bien. No sé qué soy, no sé quién soy
y no sé qué hago en mi vida. Pero sí que sé que quiero ser feliz. Y nada va a
alejarme de eso. Nada, absolutamente nada. Porque, como dice una canción que
probablemente tú no conocerás, ‘Me volveré a levantar, como un rascacielos’.
Puedo caerme tantas veces como el destino quiera. Podemos caernos todos, a la
vez, o en diferentes momentos. Podemos tropezar dos, tres, cuatro veces con la
misma piedra. Pero no pienso rendirme, no ahora, no después de todas estas
batallas, perdidas y ganadas.
¿Y qué? A veces he mentido para volver a
levantarme. Todos mentimos, sólo que sólo vemos lo que mienten los demás y no
nosotros. ¿De verdad te crees a ti mismo cuando dices algunas cosas? Yo no me
creo muchas veces. Pero hay que decirlas, para no fastidiar más, para arreglar
las cosas. Porque quiero ser feliz, pero no soy tan estúpida como para hacerlo
poniendo en peligro la felicidad de otras personas. Me contradigo, ¿Cierto? En
eso se basa mi mundo. Es un mundo en el que pocas personas han entrado, y,
probablemente, menos todavía saben de qué está hecho, cómo es. Porque no es
vuestro mundo, es mi mundo.
Tal vez sea una ingenua al creer que todos podemos
mejorar, pero no voy a dejar de hacerlo. No voy a dejar de ser yo por razones
que nadie entiende. ¿Que nadie lo entiende? Probablemente, cuando acabéis de
leer esto, tendréis que plantearos qué habéis leído. Por eso, voy a deciros lo
que es, para que no haya duda: Es lo que pienso de todo esto. De todo, de
absolutamente todo. No he hablado de la hipocresía social, de creerse superior.
Porque si no, tendría que abarcar tantas cosas que no me saldrían estas
palabras. Sólo hay una cosa que queda por añadir… Yo veo mi camino hacia la felicidad,
así que, si quieres, toma mi mano y ven conmigo.
(Recuerdos de una Chica Misterio)
0 comentarios:
Publicar un comentario