Todo era algo borroso, pero recuerdo estar en un sitio que no conocía. Tampoco le prestaba mucha atención, atravesaba calles, después pasillos. Al llegar a una habitación, me di cuenta de que sí que la reconocía; era la suya. Recuerdo haber tardado un rato en enfocar la imagen ante mis ojos; estaba llorando, me temblaban las piernas de correr y tenía las manos frías. No había mucha luz... Él estaba tumbado en la cama, durmiendo.
Recuerdo que me acerqué a él en un par de pasos, me arrodillé al lado de la cama, le acaricié la mejilla, suavemente, casi con miedo, entre sollozos, y después el cabello, despeinándoselo un poco para volver a colocárselo. Suspiraba en sueños. ¿Qué soñaría? Sin embargo, algo me empujó hacia detrás, y al notar que él se revolvía entre las sábanas, me eché hacia detrás. Entre un mueble y la pared, haciéndome un ovillo, mirándole con los ojos empañados en lágrimas, abrazándome las rodillas, sollozando. Recuerdo que él abría los ojos y me miraba...
Estoy intentando recordar cómo seguía. Cómo se enlazaba. Cómo... Pero su mirada.
Recuerdos borrosos, él mirándome y yo llorando de nuevo, abrazándome, mirando al cielo. ¿Qué cielo? El techo, mirando al techo. Él sabía por qué...
– Vete.
Empujada por algo, salir de nuevo a la calle, sola. Las lágrimas abriéndose paso sobre mis mejillas, como un río cuando aumenta su caudal. Corriendo, pies desnudos sobre suelo que arde, hasta llegar a un final. Oscuro... La oscuridad me envuelve. Trago saliva, y grito. Caigo de rodillas. Sólo oscuridad. Oscuridad...
Y despertar.
0 comentarios:
Publicar un comentario