sábado, 20 de abril de 2013

De príncipes y princesas, o de cabrones y zorras.

Ahora mismo estás leyendo, delante del ordenador, tal vez curioso, o curiosa, o tal vez cansado, o cansada, de todo. Te dijeron "una de cal y otra de arena", pero sientes que sólo te echan encima la arena, que pesada y fina se va filtrando por tus entrañas, destruyéndote las venas por las que fluye la felicidad. Y buscando esa sangre que la arena va drenando, ocultándola bajo tu piel...Así es cómo te hallas.

Y te preguntarás qué le has hecho al mundo para que te trate de esta forma, pero realmente no le has hecho nada. Las mejores personas reciben las mayores cantidades de arena, pero sólo para que sepan que tras la lucha contra sus propiedades hallarán la felicidad que poblaba nuestras venas cuando aún éramos chiquillos corriendo sin preocupaciones.

Pero es que vivimos en un lugar que nos pintaron de príncipes y princesas, de paraísos perdidos y valles encantados, de amor y amistad, cuando lo pueblan el odio y la codicia, el dolor, donde destruímos aquello que tocamos en vez de tornarlo oro, y donde las zorras y los cabrones van superando cada día más el número de verdaderos reyes y reinas.

Y es que princesa no se hace con una corona. Princesa se hace con la mente, atreviéndote. A ser tú misma. A plantarte al mundo y no dejar que te hundan, a luchar por los tuyos. A ser fuerte y única. Y ser príncipe es también saber llorar cuando las cosas no van bien. No dejarte influenciar, buscar tu propia ola.
Si no te gusta el título de princesa, si no te gusta el puesto de príncipe, todavía quedan tantas palabras bonitas en el mundo para designar a esas personas que son la perfecta imperfección, que estoy segura de que encontrarán a alguien que se las susurre al oído y las haga sonreír.

Porque nos lo merecemos, ¿No?

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