miércoles, 22 de enero de 2014

Carta a un corazón en duda

¿A quién engañas, pequeña escritorzuela? Sólo será a ti, porque tus monstruos se asoman bajo la cama con esa sonrisa maquiavélica cuando te miras fijamente al espejo y te convences de algo que sabes que no es verdad. Tantos 'ya no le quiero' dejan mella en los labios, pero no en el fondo del corazón. No haces más que abrir y cerrar ese cajón, no sabes en qué estante dejarlo, en qué palabras confiar y de cuáles no.

Todavía sonríes levemente al ver que te hablado. Ves esa sonrisa triste reflejada en la pantalla de tu smartphone. Coges el ordenador cuando ya estás en la cama si él es el que te llama para mostrarte alguna de sus tonterías. Y cuando recibes una carta siempre esperas ver su nombre en el remite. Cosa que nunca ocurre.

Cuando sueñas despierta, chica que se refleja en un espejo mentiroso de grandes verdades, de grandes interpretaciones teatrales. Él es los cojines arrojados al suelo, las piernas arañadas y los ojos rojos. Es las sonrisas de complicidad, las confianzas y las distancias rotas a través del cristal.

Aún sonríes al hacerle sonreír. Porque te importa, de una forma o de otra. No te hace falta interpretación. No hace falta saber qué pasa. Simplemente está ahí, esa puerta que a ratos cierra de un portazo y a otras se abre tímidamente, añorando. 

Yo, mi, me, conmigo,
tú, ti, te, contigo.
Nosotros, nos, juntos.
Fuimos la estrella más bonita aquella noche en el firmamento.

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